viernes, 25 de noviembre de 2016

El punto de inflexión, el detonante. ADIOS

Estaba en clase y de repente me sobrevino un inmenso calor de IRA. No me había detenido nunca a pensar qué pasaría si... porque era completamente inconcebible para mi.

Mañana vamos de cumple y ¡oh!, casualidad, es nuestro no aniversario, sí, lo siento, me acuerdo y sé que debería omitir aquellos días de mi memoria, pero no quiero porque fueron los días más entrañables y sinceros de mi vida. Sé que debería dejarte marchar, podría mentir diciendo que me he rehecho, que todo pasó, que estoy bien, que "el imbécil" y yo estamos genial, que no es un parche más... Pero no, lo nuestro es la mayor farsa de la que he sido testigo jamás. Nunca lo amé, ni lo desee como a ti, a pesar de que el tiempo ha hecho costumbre de lo nuestro y ya se sabe que "el roce hace el cariño".
Mañana nos vemos como aquel primer día, los mismos motivos nos unen, la misma excusa pero en circunstancias diametralmente opuestas. Esta vez sé que aunque siga soñando contigo, tú no pierdes ni un segundo conmigo. Me he empeñado en creer que todo está bien, que las heridas han curado, que he aprendido a no desearte, que no me importa que sigas adelante. Pero todo es mentira, te echo de menos, extraño tus labios carmín, tus ojos fijos en los míos antes de regalarme la sensualidad y dulzura de tus besos, tus manos jugueteando con mis dedos, el rubor de tus mejillas, el calor de tus orejas, tus caricias y perder el tiempo compartiendo anécdotas, discutiendo y paseando por este nuestro Madrid más discreto y sencillo.
Me llegan rumores de que has vencido a la soledad, que ya tienes con quien perder el tiempo, a quien asirte durante los largos paseos, con quien ir al teatro, con quien reír, con quien disfrutar de nuevas primeras veces. Y aunque haya vuelto a poner mi mejor cara otra vez, sólo quiero llorar por la oportunidad perdida, gritar desesperadamente por la frustración del fracaso. Sin embargo estoy en clase, haciendo escritura libre en la última página del cuaderno, como cuando era adolescente porque es la única manera que conozco de librarme ligeramente del dolor.
Un puñal gélido me ha atravesado de nuevo cuando he entendido las palabras de Asmodeo. Al principio, sin reparar en ello, no sentí nada; pero a medida que sus palabras se repetían en bucle en mi cabeza: "¡oye!, igual viene con compañía, para que no te pille de sorpresa..." Bueno, estás en tu derecho, ¿no? Tiene que darme igual. No puedo pasar la vida guardando luto de algo que nunca llegó a nacer, por muy real que fuera para mi.

Definitivamente me he vuelto majara del todo. Me sorprendo de mis propias reacciones, definitivamente no me conozco. Me asusto, me doy miedo, quiero dejar de sentir el dolor frío de su ausencia y me imagino llenando ese vacío de vacuidad y vulgaridad. Me asusta negarme a enfrentar el dolor, llevo demasiado tiempo en negación, es tiempo ya para la aceptación y continuar el camino.
La teoría la conozco, pero en la aplicación suspendo siempre. Llegado el momento descubro que duele más si cabe. A veces la terapia de choque es el punto de inflexión que nos hace despertar del letargo en el que te sumes cuando la fase de negación se alarga sin control.
Asumir la pérdida siempre ha sido mi punto débil. Tanta energía invertida en crear vínculos para que de la noche a la mañana simplemente se esfumen. Otros llegarán y llenarán el vacío dicen, y la experiencia me demuestra una y otra vez que la ausencia del que se ha ido nunca se ocupa. Tal vez se mitigue el impacto del hueco, pero nunca desaparece.
En días como estos extraño sus palmaditas en la espalda, sus sarcásticas alabanzas, su maldita extraña forma de hacerme sentir valiente, capaz, importante. Pero es hora de dejar de vivir del recuerdo que no volverá, de momentos fugados en la historia que en las profundidades de la psique deben reposar.

Un nuevo sueño cumplido

Cuando era más joven y veía las competiciones deportivas internacionales de las moralidades que me gustaban, siempre pensaba: "Me encantaría conocer a alguna vez a alguno de esos"... Balonmano, natación, fútbol, waterpolo, halterofilia...
De repente el destino me llevó a la práctica de otro deporte minoritario en España (si no es fútbol, no existe).
El Rugby me devolvió mucho más que la forma física, en un momento en el que mi vida era un fracaso. En esos tiempos pensaba que todas las decisiones que había tomado durante aquellos últimos 5 años habían sido un error. Abandonar una floreciente consultora estructural, volver a "estudiar", recaer una y otra vez en la misma trampa pasional, perder a mis amigos, dejar la música... Todo parecía una broma del destino hasta que una entusiasmada jovencita rubia me asaltó por los pasillos de la Escuela: "Hey, tú, estamos formando un equipo de Rugby, deberías probarlo", "Seguro que se te da genial, además necesitamos gente grande".
Ya había sopesado la idea de probarlo en "Geo", pero vaya, si Aparejadores está formando su propio equipo, hay que aprovechar la oportunudad... "Apunta mi número y mi dirección, ¡¡por probar no pierdo nada!!! Y así empezó todo.
Tras una nefasta temporada en lo deportivo, pero maravillosa en cuanto al grupo, no pude menos que ahondar en el tema y dejarme abducir por un equipo "pro". Majadahonda, Olímpico de Pozuelo y sobretodo Hortaleza me tentaban una y otra vez, pero la economía del tiempo y la insistencia del que había sido mi entrenador en esa nueva aventura me llevó al seno del "Colegio". El Cisneros conserva esa actitud familiar y de conservación de la tradición colegial que me enamoró desde el primer segundo que me colé en un entrenamiento con esas fabulosas chicas de DH que estaban preparando los "seven"... Aún me emociono recordando aquellos días, jamás sufrí tanto y con tanto gusto. Venían de jugar en la máxima categoría mientras que yo hacía casi una década que no cultivaba mi cuerpo como es debido. Poco a poco fui alcanzando potencia y resistencia suficientes para desempeñar mi trabajo con cierta solvencia aunque me quedaban muchos deberes por hacer además en cuanto a técnica y leyes. Casi sin darme cuenta se esfumó el verano entre salidas, despedidas y buen rollo en grupo. Y se vino la nueva temporada. ¡¡Guau!! Tal vez juegue en DH, eso es mucho más de lo que podría haber soñado cuando era esa mocosa fanática de un puñado de deportistas. No sólo voy a conocer a "las mejores" si no que voy a compartir cancha, vestuario, comida y transporte con algunas de ellas. Un infantil sueño elevado a la enésima potencia hecho realidad. Hoy puedo decir que viví los mismos comienzos que algunas Seleccionadas revelación como Iera Etxebarría o Isabel Macías que fuimos Polillas Novatas la misma temporada en el CTO. NACIONAL UNIVERSITARIO.
Han caído ya 4 temporadas, estamos a mitad de la quinta y comparto equipo con 5 olímpicas de las cuales 2 consiguieron diploma, y más de media docena de seleccionadas para representar a España en alguna ocasión.
Estudio con una campeona mundial de Kempo, meriendo a menudo con la Élite del Rugby femenino español, alterno con Diplomadas Olímpicas y sufro junto a un maravilloso grupo de "niñas" de todas las edades que se dejan la sangre y la piel en cada partido, sea cual sea el rival, para hacer que este deporte crezca exponencialmente como lo ha estado haciendo al menos los últimos 5 años que yo disfruto desde dentro.
No se puede pedir más de un sueño cumplido.
 "No sueñes tu vida, Vive tus sueños".

domingo, 23 de octubre de 2016

Vértigo

Cada mañana despierto con una enorme sensación de vacío, entonces pienso en ti y en la infinidad de veces que hemos coqueteado con la idea de una vida en común, sobretodo yo.
Amanezco preparando la oratoria con que te asaltara la próxima vez que cayera sobre tu pecho tras dar rienda suelta a nuestros instintos más primarios. Me pregunto cuánto de real tienen esas insinuaciones. Qué esperas realmente de esta historia, cuáles son tus fantasías.
He sido yo quien ha insistido en evitar las etiquetas, en dejarnos hacer sin promesas ni esperanzas. Pero la cuestión se alarga demasiado y empiezo a necesitar cierta definición. Yo no puedo prometer que serás la única persona de mi vida, no lo has sido este tiempo ni creo que lo fueras en el futuro. Pero sí puedo decir que hasta ahora sólo he pensado en futuro contigo.
El vértigo de estar equivocándome de nuevo, alimentando algo que sólo tiene sentido para mi, me marea. Ya contamos el tiempo por lustros y a veces siento que no hemos avanzado nada. Aún sigues encerrado en un bucle que nunca he entendido y del que he desistido. Nunca aspiré a ser el centro, mas me siento a menudo la última opción y eso me hace daño.
Desde el primer día te he querido y pienso que te lo he hecho saber, con más o menos desdén, pero siempre te he atendido y he estado para ti, por eso en este punto de silla en que se encuentra mi vida busco algo firme a lo que asirme, pero sólo encuentro incertidumbre.
Necesito avanzar o dejarlo aquí guardando un montón de encuentros enormemente satisfactorios y más de una anécdota indecorosa. Entonces, una vez más, cuando había perdido toda esperanza de inspirarte algún tenue recuerdo, me escribes y me regalas un nuevo haz de luz. Dices que me extrañas, que me necesitas, que me deseas y de repente todo vuelve a tener sentido, me lo creo, aunque haga semanas que no nos vemos, casi meses, lo creo. Te excuso y me excuso pensando que cuando cambie mi situación todo será distinto. Pero por qué he de ser yo quien se adapte a tus tiempos, por qué te espero una y otra vez. Por qué tengo la absurda sensación de que esta batalla la libro sola y contra mi.
Falta comunicación, no te conozco, no sé qué quieres ni qué necesitas. Hasta ahora me bastaba con cubrir mis necesidades de ti, pero esas necesidades se están complicando hasta el punto de pasar por la necesidad de cubrir tus necesidades, pero no puedo imaginarlas o inventarlas, necesito demandas, necesito que me hables, necesito que me lo pidas.
Te quiero, te he querido desde que te conocí, pero no hace mucho que he empezado a amarte, he apostado muy fuerte por lo que quiera que sea "esto" y quiero que funcione, pero es un trabajo de dos que por mucho que quiera no puedo hacer sola.

jueves, 1 de septiembre de 2016

Gracias GALLETA!!

La gente que, como yo, ha tenido miedo a vivir, los que han temido tanto al rechazo, que han preferido quedarse en segundo plano y así evitarse las laceraciones del desprecio. Nosotros solemos encontrar un "alter ego" que es todo lo que nos habría gustado ser, alguien que sin darnos cuenta se convierte en la voz de nuestra conciencia, en nuestro diablillo, incluso a veces en nuestro Ángel de la Guarda.
Alguien que sin proponérselo se convierte en parte de ti mismo, alguien con quien coincidas o no, sabes que pase lo que pase brindará contigo, o te pegará la paliza necesaria para que espabiles, quien te regañará y se enfadará profundamente contigo pero que te mirará fijamente y comprenderá toda la maraña de sensaciones que te hacen ser la persona más estúpida del mundo.
Alguien que llega a conocerte mejor que tú y te descubre los pequeños detalles que te hacen adorable y los que te convierten en odioso, que no duda en decirte las cosas aunque duelan, a quien te sientes agradecido porque con su fuerza, confianza y respeto empezaste a conocerte y perder el miedo a sentir, a equivocarte, en definitiva a vivir.
A medida que avanza la relación entiendes que aunque pueda parecerte alguien sensacional y cuasiperfecto también tiene sus defectos, sus debilidades y flaquezas, que sangra si le pinchan, que grita si lo golpean y que llora si sufre. Entonces lo que era únicamente admiración y fanatismo se convierte en respeto y cariño al comprender que simplemente es alguien que se detuvo a guiarte para aprender a conocerte a ti mismo.
Entonces es cuando llega tu turno de devolverle toda la fuerza, el empuje y confianza que te regaló cuando estabas perdido. Poner toda la fe en que encontrará el camino, tenderte a su lado cuando caiga a esperar que llegue el momento de retomar la marcha. Recordarle que "los amigos de hoy son la familia de mañana", porque los afectos no entienden de RH si no de respeto, confianza y simpatía.

lunes, 22 de agosto de 2016

Sigo queriendo besarte, pero mi momento se esfumó.

Quise besarte la tarde que te conocí.
Quise probar esos labios cada tarde de novillos de historia, quise hacerlo antes y después del teatro, en cada despedida, en cada reencuentro, quise hacerlo en el jardín del Museo del Traje cuando viniste a buscarme y cada mañana que fui a recogerte a las clases de Inglés.
Quise besarte frente a la Puerta de Alcalá, el día que me descubriste lo que son los "Macarons", quise hacerlo una y otra vez durante los largos, aunque me pareciesen fugaces, paseos por Chamberí.
Quise besarte frente al cementerio el día que me invitaste a tu pueblo, quise hacerlo en "La silla de Felipe II", quise hacerlo por todo el recorrido en El Escorial.
Quise besarte en cada esquina que nos despistábamos del grupo de visitas guiadas.
Quise besarte en la Casa de Campo mientras descansábamos del paseo en bicicleta, quise hacerlo frente al Lago, quise junto al Viaducto, frente a la Judería, en el Templo, en la Plaza de Oriente, al lado del gigantesco carrusel.
Quise besarte en la fila del Teleférico, quise hacerlo en La Rosaleda, en la Plaza de España, en la Gran Vía, en Embajadores...
Nunca olvidaré los tímidos ósculos que me dedicaste, no naufragarán en mi memoria el pánico, el vértigo y la ilusión que me sobrevino con tu primer beso. No dejaré de esperar un último beso.
No deja de maravillarme tu sonrisa ni tu sarcástico desprecio cuando me meto contigo. Tal vez aprenda a dejar de quererte, pero no podré dejar de amarte.
A mi los treinta no me confunden, es más nunca me sentí más lúcida ni segura. Tal vez no supiera entender lo que estaba pasando durante aquel mes de ensueño que se convirtió en "tabú" y seguramente no entendí lo que querías o necesitabas de mi; pero no me arrepiento de nada más que de haber dejado pasar una y otra vez la oportunidad de disfrutar de esos labios que no volveré a catar.
Han pasado años y aún sigo trabajando en aprender a ser tu amiga, tal vez los años y la confianza nos premien con una intensa relación fraternal, y espero que sea como fuere sigas en mi camino largo tiempo. Tu presencia me fortalece, me inspira y me reconforta aunque en algunos momentos me envenene tragándome las ganas.
Gracias por devolverme la fe, gracias por aguantar mis rarezas, gracias por tus dudas y arrojo para aclararlas, por cada minuto que pierdes (o gastas) conmigo. Gracias por ser, estar y quedarte.

domingo, 17 de julio de 2016

"Me gusta tu rollito"

Todos tenemos de vez en cuando una semana de desastre, una en la que a pesar de poner todo el positivismo que se es capaz de amasar, todas las cuestiones que le ocupan se malogran. Todo parece dispuesto de tal forma que lo deprime y/o exaspera.
Hay gente a la que le cuesta un Potosí detenerse, analizar la situación y darse cuenta de que realmente no es el mundo lo que se pone en contra, si no uno mismo quien sin advertirlo se pone trabas. Y es infinitamente complicado admitir que se necesita ayuda y que al fin y a la postre se tienen limitaciones que el que está al lado puede ayudar a superar sin demasiado esfuerzo.
Es ahí donde se descubre, además, de qué pasta está hecha la gente que lo rodea. Quienes detuvieron unos minutos el frenético ritmo de sus vidas para escuchar y lanzar ese cabo que lo devuelva de esa deriva tortuosa en la que se está inmerso. Quienes parecía que lo escuchaban pero simplemente asentían desconectados. Quienes no se esperan y de pronto aparecen con las soluciones correctas. Quienes no están ni se los espera porque han pasado a ser accesorios anecdóticos del camino. Y quienes simplemente con la mera compañía consiguen que la tormenta se despeje y se vuelva a ver la perspectiva completa y pueda seguir avanzando.
Así se va cribando la lista y regenerando el círculo vital. Así se aprende a apreciar los pequeños detalles que hacen de unos días de hastío unas horas inolvidables de júbilo.

sábado, 5 de marzo de 2016

La perspectiva, la distancia, el tiempo

No recuerdo haber escrito nada para ti. Tal vez lo hiciera, pero el fuego borró las pruebas.
No me di cuenta de cuanto marcaste mi vida hasta que no supe reunir fuerzas suficientes para asumir mi realidad...
Yo no lo sabía aún, pero fuiste el espejismo, el holograma, la copia virtual de un amor que nunca fue. No, a ti nunca te amé, pero cuánto tardé en entender que a ella sí... Me resultó tan sencillo sustituirla por ti... Te pensé, te soñé y a veces te imaginé...
Llegados a este punto tengo que disculparme, supieras o no, intuyeras o no... Estas cosas no deben guardarse, tanto menos si se alcanza una confianza como la que asumimos nosotras, al menos yo...
Ay! Si yo hubiera dicho en caliente todo lo que me pasaba por la cabeza... Me hiciste muy sencilla la transición, y te lo agradezco. Fue todo tan natural, tan como si nos conociéramos de siempre, tan sencillo, tan visceral... Te extraño, ahora que nuestros mundos son completamente distintos, te añoro. Otras piernas han ocupado mis manos, pero ningunas comparables a la suavidad de tus curvas, otras miradas me han guiñado y ocupado mis desvelos, pero ninguna tan sincera. Otras, hubo otras con y sin amor, pasión y locura, pero ninguna tan sencilla, ninguna que marcara, ninguna que me falte como tú.
Tú no lo sabes, ni yo lo entendía hasta no hace demasiado, pero me curaste la más profunda de las heridas que he sufrido. Fuiste, durante el tiempo necesario, mi 'bálsamo de fierabrás'. Más tarde tu camino y el mío tendieron a separarse, como es natural; pero el cariño y la gratitud que te guardo es eterna.
No necesito que me entiendas, pero es tiempo de poner todos mis asuntos al día y creo que te debo esta confesión.

martes, 23 de febrero de 2016

De nuevo, Asmodeo

Cada día está repleto de momentos fugaces que evocan una melodía, un himno, una canción, un poema...
Cada día entre una docena y cien sucesiones rítmicas de sonidos armónicos ambientan el camino. A veces son tan anecdóticas que las recordamos siempre, otras, sin embargo, fluyen libremente y tal cual llegaron se van...
Todos los momentos de mi vida tienen música, salvo los que tienen que ver con mi pequeña encarnación de Asmodeo. Allí no hay melodía ni armonía, solo una estruendosa sucesión de percusiones que me hacen caer en un obscuro trance donde mis pasiones más bajas se apoderan de mi conciencia. A veces me asusta la facilidad con que anula mi juicio. Me ofusca mi fragilidad. Quiero fortalecer mi espíritu y me aferro a la esperanza y mis convicciones, sin embargo no son suficiente para luchar contra los deseos que me inspira.
El reencuentro no tuvo nada que ver con lo previsto, de hecho no esperaba que hubiera un reencuentro y menos un día tan significativo, tal vez eso propiciara el ambiente amable y de comprensión. Pero también hizo que bajara la guardia y viejas sensaciones que consideraba enterradas volvieron a hacer mella en un espíritu descerrajado.
Cientos de imágenes de los mejores momentos pasaron por mi mente como un caleidoscopio, pero había una recurrente en la que no éramos protagonistas.
De repente volvían a mi, tanto las mejores sensaciones, como las más dolorosas, cada encuentro, cada instante, cada ocasión desperdiciada... Ya había pasado tiempo suficiente, las heridas habían cicatrizado, pero no podía apartar aquella pesadumbre nostálgica de mi. Mi instinto me empujaba a volver a intentarlo, aún a sabiendas de que aquel camino estaba cortado.
Su presencia me insta a vivir, arriesgar, apostar... Y esta vez todos mis receptores estaban alterados recibiendo señales favorables, aunque en el fondo creo que simplemente no soy la única que siente y sufre su poder. Cuando entra en escena, todo su alrededor recibe un halo rojo fuego, y sólo los más fuertes consiguen mantener el tipo.
Añoraba tanto esa sensación de poder, de egoísmo, de superioridad, de narcisismo... Echaba de menos a mi Asmodeo particular, un guiño, una sonrisa, un envite, confianza extrema sin sentido ni razón. Un extraño refuerzo de autoestima que me devuelve la fe en mis aptitudes, la soberbia necesaria, la lujuria, la gula sin pereza, ira ni envidia o avaricia. El lado oscuro que complementa la luz, la guerra necesaria para ansiar una paz, el vacío que se hace hueco entre la materia.

lunes, 8 de febrero de 2016

La fortuna de las relaciones interpersonales.

A veces no me doy cuenta de lo afortunada que he sido una y otra vez con las personas que se han ido cruzando en mi camino y se han quedado a compartirlo... Se dice pronto y fácil, pero no todo el mundo tiene la suerte de poder conservar relaciones de décadas, cuanto menos de las primeras décadas de vida.
Poder afirmar que tengo "amigos de toda la vida", y que sea literalmente cierto que son una pequeña pluralidad, es un privilegio al alcance de muy pocos. Por eso, a lo largo de mi vida he incurrido en el error de pensar que era sencillo lograr la confianza que cimenta ese tipo de relaciones. Ahora 25, 15, 7 años después sólo recordamos que siempre nos llevamos bien, pero no recordamos los detalles del camino que recorrimos para inspirar en el otro y en nosotros mismos esa fe que lleva al éxito de las relaciones.
Me doy cuenta que las personas cada vez son más desconfiadas, más celosas de lo suyo y "los suyos". Cada vez más egoístas, ya nadie antepone la felicidad del hermano en detrimento de la propia, la generosidad ha muerto, sin hablar de la desconfianza que lleva a algunos a una continua posición defensiva.
Los cumplidores del Undécimo Mandamiento sin temor ni reticencias han desaparecido, pero no podemos culparlos. La envidia, la soberbia y un injustificado sentimiento de inferioridad ha minado la personalidad de nuestros jóvenes hasta hacerlos tan dependientes de la imagen y el qué dirán que prefieren unirse a quien da bien en la foto, que a quienes les despiertan curiosidad e inquietudes.
Yo también me equivoqué con algunas personas, pequé de confiada, tal vez, pero no me arrepiento y volvería a hacerlo una y otra vez... Prefiero haber tenido el corazón roto y que alguien se ocupara de volver a recomponerlo que tener uno impenetrable y solitario, amargo... Una y mil veces volvería a los requiebros y zalamerías que aparentemente molestan a algunos. No lo siento, me niego a cambiar, me resisto a ser un ente impersonal más. Me opongo brutalmente a sospechar de cada sonrisa que me dedican, me resisto a considerar a los demás enemigos u oponentes, antagonistas en esta historia que acaba de empezar.
No, no pienso en cambiar el mundo, me bastaría con cambiar sólo mi entorno, que todos los que se crucen por mi vereda sean capaces de sonreír, confiar y amar como yo o como aquel loco llamado Jesucristo esperaba. Y no, no he dicho querer, he dicho AMAR porque hay una diferencia fundamental que se da por hecho pero que empiezo a dudar que todo el mundo la reconozca.
El querer lleva implícito el deseo de posesión, como se quiere un coche, una casa... No me refiero a eso, yo hablo de la satisfacción de ver cómo el otro consigue sus metas, el gozo de saberlo feliz y dichoso, la alegría de compartir aunque sea el dolor de una pérdida o una enfermedad. Me refiero a ese sentimiento que hace que las distancias no existan, ni el tiempo, sólo dos partes de un todo, algo que poco o nada tiene que ver con las necesidades de la carne. Algo demasiado perfecto para que nuestra limitada psique comprenda.

AMAR http://dle.rae.es/?id=2E4Cede
AMOR http://dle.rae.es/?id=2PGmlay
QUERER http://dle.rae.es/?id=UnvXEIb