lunes, 6 de agosto de 2018

Dueles más que curas

De repente, sin darte cuenta has dejado pasar una década conformandote con lo que había. No ha habido ningún cambio ni evolución, sigue siendo la misma historia una y otra vez, año tras año, cita tras cita siempre exclavos del tiempo y de tus circunstancias.
Me pediste que estudiara y lo hice, me pediste que progresara en mi carrera y lo hice, pero me pediste que fuera feliz y no, eso no lo puedo conceder, al menos no así.
Yo te pedí que durmieras, que te alimentaras bien, que descansaras, sin embargo no supiste o no quisiste organizar tu vida de manera que no te consumiera.
Tú simplemente me apoyabas y alentabas para que alcanzara mis metas, mientras que yo, sin querer, te instaba a que cambiaras tu forma de ser y de vivir.
Así ha pasado el tiempo y nuestra juventud, esperando a que cambiaras de tienda, a que terminara la carrera, a que tuvieras mejores turnos, a que consiguiera un trabajo... y sin embargo nada ha cambiado entre nosotros.
Siento cómo se me fugan los instantes entre los dedos, cómo se me escapa el tiempo como el humo, cómo, en una década, no he tenido ni una oportunidad de echarte de más. Ya no me vale un de momento, ni siquiera nuestro "eso" porque cada vez creo más firmemente que simplemente era mío, mi necesidad, mis ganas, mi voluntad, mi plan, mi energía.
Seguramente sea una visión harto egoísta, sin embargo, por más que intento empatizar contigo no consigo encontrar el punto en que "esto" tiene cabida y sentido en tu organigrama de vida. Por más que lo intento y lo pienso, no veo cómo ni dónde encajo yo y me duele haber sido un simple accesorio accidental.
Te he dado todo lo que soy a sabiendas que no lo querías, me entregué por voluntad propia y consciente de que tenías  muchas otras prioridades. Pero soñaba con, que a medida que la costumbre hiciera normal que me tuvieras, fuera subiendo en tu escala, sin embargo la ensoñación ya toca a su ocaso.
No he sabido hacerme el hueco que ansiaba, no he sabido hacerme necesaria, no he sabido conseguir que confiaras en mi, que te abrieras y me confiaras tus miedos más siniestros y ocultos. No he sabido ser el escape que necesitas, no he sabido ayudarte y esto me envenena.
No tan de repente me dueles más que me sanas, me he cansado de esperar un gesto, una señal que le de sentido a todo este camino. Ya no puedo, ni quiero, seguir esperando a que se alineen los planetas, esto tendría que ser más sencillo, más natural y espontáneo, sin embargo he pasado años planeando, calculando, pero sobre todo justificando y esperando. Te he querido y te quiero como no he querido a nadie y te he amado, Dios sabe cuánto te he amado; pero en esto también llega un instante que exige reciprocidad y realimentación (o feedback). Se me han agotado las ideas, se me ha secado la fuente de la imaginación, he acabado con todos mis recursos de seducción, ya no me queda nada por probar contigo, y lo que es peor, ya no me apetece seguir intentándolo.
Ahora con la perspectiva de alrededor de una década de infructuosos envites, no me arrepiento de nada, volvería a repetir cada paso; y sin embargo me cuesta encontrar las ganas de seguir intentándolo.