lunes, 22 de agosto de 2016

Sigo queriendo besarte, pero mi momento se esfumó.

Quise besarte la tarde que te conocí.
Quise probar esos labios cada tarde de novillos de historia, quise hacerlo antes y después del teatro, en cada despedida, en cada reencuentro, quise hacerlo en el jardín del Museo del Traje cuando viniste a buscarme y cada mañana que fui a recogerte a las clases de Inglés.
Quise besarte frente a la Puerta de Alcalá, el día que me descubriste lo que son los "Macarons", quise hacerlo una y otra vez durante los largos, aunque me pareciesen fugaces, paseos por Chamberí.
Quise besarte frente al cementerio el día que me invitaste a tu pueblo, quise hacerlo en "La silla de Felipe II", quise hacerlo por todo el recorrido en El Escorial.
Quise besarte en cada esquina que nos despistábamos del grupo de visitas guiadas.
Quise besarte en la Casa de Campo mientras descansábamos del paseo en bicicleta, quise hacerlo frente al Lago, quise junto al Viaducto, frente a la Judería, en el Templo, en la Plaza de Oriente, al lado del gigantesco carrusel.
Quise besarte en la fila del Teleférico, quise hacerlo en La Rosaleda, en la Plaza de España, en la Gran Vía, en Embajadores...
Nunca olvidaré los tímidos ósculos que me dedicaste, no naufragarán en mi memoria el pánico, el vértigo y la ilusión que me sobrevino con tu primer beso. No dejaré de esperar un último beso.
No deja de maravillarme tu sonrisa ni tu sarcástico desprecio cuando me meto contigo. Tal vez aprenda a dejar de quererte, pero no podré dejar de amarte.
A mi los treinta no me confunden, es más nunca me sentí más lúcida ni segura. Tal vez no supiera entender lo que estaba pasando durante aquel mes de ensueño que se convirtió en "tabú" y seguramente no entendí lo que querías o necesitabas de mi; pero no me arrepiento de nada más que de haber dejado pasar una y otra vez la oportunidad de disfrutar de esos labios que no volveré a catar.
Han pasado años y aún sigo trabajando en aprender a ser tu amiga, tal vez los años y la confianza nos premien con una intensa relación fraternal, y espero que sea como fuere sigas en mi camino largo tiempo. Tu presencia me fortalece, me inspira y me reconforta aunque en algunos momentos me envenene tragándome las ganas.
Gracias por devolverme la fe, gracias por aguantar mis rarezas, gracias por tus dudas y arrojo para aclararlas, por cada minuto que pierdes (o gastas) conmigo. Gracias por ser, estar y quedarte.