lunes, 20 de abril de 2015

Enésimo reencuentro, rozando la regeneración

Hacía un mes que no coincidíamos. Sus trabajos y mis horarios imposibles nos lo habían puesto difícil, pero ayer encontramos el hueco perfecto para vernos. Como cada vez, no podía esperar, me puse lo primero que encontré y bajé las escaleras a saltos. ¡Nadie se figura cuánto la he echado de menos!
Baje la calle a paso ligero y allí estaba el can, irreconocible, completamente esquilada, aún así le llegó mi esencia y sin dudarlo subió a mi encuentro, trotando como un potro desbocado. Se abalanzó contra mí con el ímpetu que la caracteriza, apoyándose en todas y cada una de las secuelas que me dejó el torneo del sábado, pero no importa, se la ve tan feliz... Adoro a ese bicho.
Entre tropiezos y paradas conseguí llegar a su altura. "¡Pardiez! ¡Está más bonita que nunca, qué tiene! No, no es el peinado, está incluso más alta, y ese brillo en los ojos que vuelve a hacerse hueco entre las sombras..." Un tierno abrazo nos fundió unos segundos... "¡Qué bien huele... !, podría cobijarla toda la vida entre mis brazos, siento tanta paz... Todo se desvanece como el humo. Sólo existimos ella y yo, ¡cielos, cuánto la quiero! El paseo nos puso al día de los últimos sucesos de nuestras vidas. La miré asombrada por el extraordinario cambio de esas últimas semanas, la chispa de "trasno" vuelve a estar ahí...

Karonte, el enamorado